Nosotros hicimos los más geniales solos de batería usando solamente las ollas de mamá. Levantamos fuertes infranqueables usando solo la caja del televisor. Creamos alucinantes piezas de danza contemporánea con solo el sonido de las pipocas reventándose al fuego. Preparamos finas obras de arte culinaria usando solo el barro del patio.
Jugamos, descubrimos y nos sorprendimos.
Cuando crecimos entendimos muchas cosas que redujeron la mística de nuestro mundo. La magia que una vez nos hizo vivir en un lugar donde los dinosaurios podían jugar con los ninjas estaba por desaparecer.
El mundo dejaba de ser mágico para convertirse en real. La ilusión se iba desvaneciendo. Las baterías se convirtieron en ollas, los fuertes en cajas, la música conceptual en cocina y las tortas en barro.
Muchos de nosotros siguieron creciendo y fueron absorbidos por el mundo real. Otros, los inadaptados, nos aferramos a la mística, a aquello que nos permitía descubrir y sorprendernos cada día.
Nosotros, los inadaptados, tomamos por misión devolver la magia al mundo. Revolver lo real y mezclarlo con lo imaginario hasta que no podamos diferenciar lo imposible de lo posible. Decidimos construir el lugar en el que queremos vivir en vez de vivir en el lugar que nos han construido.
Nosotros, los inadaptados, estamos aquí para cambiar el mundo.
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